ANTICOMUNISTAS Y ANTIFASCISTAS

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TOTALITARIOS

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domingo, 25 de noviembre de 2012

El comunismo “real” y criollo del PCU

Por Adolfo Castells (castells@eldiario.com.uy) | Miércoles, 14 de noviembre del 2012 16 Es un axioma que el Partido Comunista Uruguayo (PCU), marxista-leninista, tiene una visibilidad y un poder mucho mayores que su fuerza electoral y siempre se arregla para estar en el candelero. En la administración pasada era Marina Arismendi, su MIDES, sus “gurises”, su yerno y sus críticas a los que “sufren de anticomunismo”. Sin hablar de la Intendencia de Montevideo y su famosa heladera, de la cual cualquier cosa que se diga es poco, últimamente hemos visto al Senador Eduardo Lorier hacer gestiones (que nadie le encomendó y afortunadamente fracasadas), para que Hugo Chávez entrara enla operación Pluna. Ya Juan Castillo que lanza a Calloia y a Lorenzo, las mismas críticas que la oposición. El PCU, abanderado y coordinador del apoyo a la dictadura de los hermanos Castro, es de los poquísimos partidos comunistas en el mundo, que no se enteraron de la caída del Muro de Berlín. O hacen como si y siguen en los años 70 u 80. Y por eso me propongo hoy refrescar la memoria, no de ellos —son impermeables— sino de los lectores. Hace más de treinta años, en 1976, cuando las pantallas de televisión de Occidente se cubrían con la mítica figura de Alejandro Solyenitzin, la izquierda europea —y particularmente la española, estrenando democracia y libertad— se rajaba las vestiduras al oír al ícono de los “gulags”, al más venerado de los disidentes, hablar de 100 millones de muertos que el comunismo engendró y lo trataba de “profeta demente”, de “mentiroso” y de “agente de la CIA”. Solyenitzin, literato él, curtido por los tormentos físicos de los campos de Siberia y las torturas psíquicas del universo concentracionario, siguió reafirmando su monumental cifra, dándola como un dato de la realidad y sin perder muchas energías en probarla. (Entre otros cuantos, Boris Souvarine ya lo había hecho en su ensayo sobre Stalin de la obra conjunta: “Marxismo en el mundo moderno”). Veinte años después, se publicó un completo estudio de varios escritores titulado: “El libro negro del comunismo” (Robert Laffont, París, 1997). En él se demuestra cómo un ideal de emancipación, de fraternidad universal, se convierte inmediatamente después de la revolución de octubre de 1917, en una utopía apoyada en la concepción totalitaria del Estado, practicando la discriminación sistemática de grupos sociales o nacionales y recurriendo a las deportaciones en masa y a gigantescas masacres. Los autores llegan documentadamente —más o menos— a esa escalofriante suma de 100 millones de muertos, computando 65 millones en China, 20 en la URSS, 2 en Camboya, 2 en Corea del Norte, 1,7 en África, 1,5 en Afganistán, 1 en Vietnam, 1 en Europa Oriental, etc., para sólo mencionar aquellos lugares en los cuales se llega al millón de víctimas mortales (por eso no está Cuba). Vale decir, que el genocidio de clases del comunismo, fue igual de cruel y cuantitativamente mayor que el genocidio de razas del nazi-fascismo. Claro está, que cuando los fanáticos de la utopía reconocen algunos crímenes del comunismo, le endosan enseguida la factura a Stalin y sostienen que Kruschov, en su informe al XX Congreso del Partido Comunista de 1956, ya había reconocido esas matanzas. En realidad fue un “mea culpa” mucho más dirigido a implicar a sus rivales del Presidium: Malenkov, Molotov, Kaganovitch y Bulganin (que poco tiempo después serían defenestrados, en la mejor tradición estalinista) que a denunciar crímenes en forma no demasiado explícita. Sin embargo, Stalin no fue el único. Y quizás no fue el peor. Hay otros, como por ejemplo, PolPot, que en tres años y medio logró liquidar de la manera más cruel al cuarto de la población camboyana. O el “Gran salto adelante” de Mao, entre 1959 y 1961, que costó la muerte por inanición a unos 40 millones de seres. ¿Y el camarada Kim-il-Sung en Corea del Norte? ¿Y Mengistu en Etiopía? ¿Y Mondlane en Mozambique? Sí —aceptan los utópicos impenitentes— pero fueron deformaciones del comunismo auténtico de Lenin. ¿Y quién era Wladimir Ilich Ulianov más conocido por su seudónimo: Lenin? Oigamos a la gran especialista en las cuestiones rusas, la politóloga y académica francesa Hélène Carrere d’Encausse (“Lenin”, Fayard, París 1998): “El 14 de enero de 1918, dirigiéndose a los diputados del soviet de Petrograd, Lenin dijo: “Hay que poner en pie unos destacamentos integrados por 10 o 15 soldados y obreros, organizar varios miles y lanzarlos a la campaña con el poder de fusilar a los campesinos que no se plieguen a las exigencias”. (Pág.414) Hablando de los “kombedy”, los comités de pobres y los campesinos a quienes esos comités deben controlar y oprimir, Encausse escribe: “…Lenin constata que esa violencia organizada en la base no es suficiente; instaura un sistema planificado de cuotas de requisición en los pueblos y de responsabilidad de los campesinos en las realizaciones de esos planes de decomiso”. “Para ser más convincente, el 11 de agosto de 1918 imparte a los comunistas de Penza, unas directivas precisas sobre la manera de someter a los campesinos que se rebelen contra las medidas que se aplican en la campaña: El interés de la revolución exige un ejemplo: 1) Ahorcar (sin dudarlo para que todos los vean) al menos un centenar de “kulaks” (campesinos), 2) publicar sus nombres, 3) requisar todo su trigo, 4) seleccionar rehenes”. (Pág.427) Bueno, pero son imperativos del ideal revolucionario —afirmarán en algún club social, los inefables componentes de la izquierda “caviar” y cristiana— pero eso sí, se respetaba a la religión. ¿Cómo? ¿Están seguros? Con el patriarca ortodoxo, Lenin inventó la autoconfesión que tanto utilizara más adelante Stalin y luego en un documento secreto de fecha 19 de marzo de 1922 dirigido a Molotov y destinado a los miembros delPolitburó, Ulianov ordena: “Debemos de cualquier manera confiscar los bienes de la Iglesia para asegurarnos un fondo de varios centenares de millones de rublos oro (…) y ejecutar al mayor número posible de representantes del clero reaccionario (…) cuanto más grande sea el número de ejecuciones, mejor será…” (Pág.567). Hay quienes afirman contundentemente que, al menos no se puede sostener, ningún racismo o antisemitismo en Lenin. ¿No? El 21 de noviembre de 1919, en un proyecto de tesis del Comité Central que debe servir como línea de conducta de las autoridades rusas en Ucrania, del cual fue Lenin el principal redactor, el párrafo 7 que tiene anotaciones del propio Wladimir Ilich, reza: “Tratar a los judíos y a los ciudadanos (los judíos por lo visto no son ciudadanos) con una vara de hierro y no dejarlos entrar en el gobierno”. Y al margen de la palabra “judíos” hay una acotación de puño y letra de Lenin que dice:”expresar políticamente: pequeña burguesía judía”. (Pág.546, que recoge un testimonio de la viuda de Lenin) Lenin fundador de la URSS, fue el primero en convertir la utopía en sistema de poder y quizás por ello se salvó, hasta la caída del Muro, de todos los revisionismos. El compatriota bien pensante y complaciente, ese que —ingenuamente— busca diferenciar las ideologías que componen esa “colcha de retazos” que es el Frente Amplio, dirá que el comunismo es muy minoritario y que priman en esa coalición, las ideas socialistas o socializantes. A esos les digo: 1) Es cierto que el PCU tiene un porcentaje insignificante de la votación popular y un porcentaje pequeño de los sufragios frenteamplistas. Sin embargo ostenta una de las Vicepresidencias de la coalición de izquierdas, domina —a todas luces— su Plenario y controla abiertamente a la mayoría sindical. 2) Les recuerdo lo que afirmaba Ayn Rand: “No hay diferencia entre comunismo y socialismo, excepto en la manera de conseguir el mismo objetivo final: el comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza, el socialismo mediante el voto. Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio”. * * * Como afortunadamente en el Uruguay tenemos una arraigada vocación democrática —interrumpida por quienes queriendo impedir que nos esclavizaran por la fuerza, nos oprimieron con la dictadura— es de esperar, y desear con fervor, que en el 2014 no optemos otra vez por el suicidio. Dos tentativas son más que suficientes, la tercera puede ser la vencida. ¡FUERA EL COMUNISMO TOTALITARIO DEL GOBIERNO Y LOS SINDICATOS URUGUAYOS!

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